¡Buenos días!.
Amanece en la ciudad de las
bicicletas y los canales. El plan para
hoy es visitar las preciosas ciudades de Gante y Brujas. Como la mañana ha
despertado gris, tenemos preparada la alternativa de seguir hacia París por si
el tiempo se pusiera impertinente. No nos apetece, para nada, pasear bajo
un día lluvioso. Si tuviéramos que irnos
a París, al menos, quitaríamos kilómetros a la cuenta del debe de este viaje.
Al no tener existencias en la
despensa, lo primero que tenemos que hacer hoy es ir al “super”. Busco “Lidl
Ámsterdam” en san Google y el mapa del teléfono me devuelve que tenemos uno a
dos manzanas del hotel. Nos bajamos a la calle cargados con nuestros enseres y
Jesús se queda cargando a Caldera mientras yo me acerco a hacer la compra. Una
vez cargado lo necesario en el carrito, al intentar pagar me dicen que no
aceptan MasterCard. No tengo metálico suficiente en la cartera por lo que voy a
tener que ir a la moto a por dinero. No estoy lejos de Jesús y Caldera, pero
este tipo de contratiempos son los que, inocentemente, hacen que se alarguen
los tiempos en un viaje. Media hora más
tarde estábamos desayunando al pie del hotel acompañados por Caldera, cuya
parrilla portabultos hacia siempre de improvisada mesa (con lo cual, ya no era
tan improvisada).
Mientras desayunamos hemos
investigado la compra y nos damos cuenta de que la he vuelto a liar con el agua
mineral. Otra vez he pillado un agua de esas raras. Jesús se monda de risa.
-
Pero papá ¿no te das cuenta que el agua corriente y
moliente no puede ir en botellas de plástico con colores?
-
¡Yo que sé!¡Mira que les he dado vueltas a todas las
marcas de agua!, pero es que no traen un puñetero rótulo en inglés. Todo lo que
traen escrito en las etiquetas lleva muchas aes, jotas y haches. ¡No hay quien
se entere de nada!¡Leches!
En estas intermedias, por una
ventana situada a ras de suelo, se asoma una mujer de mediana edad con cara de
pocos amigos. En inglés nos recrimina que por qué hemos aparcado ahí la moto.
Se queja de que Caldera le tapa toda la ventana y le quita la luz a su
habitación. Y es que en Ámsterdam es muy común que los edificios tengan
semisótanos utilizados como tiendas, oficinas o viviendas. El acceso lo tienen
desde la calle a través de unas estrechas escaleras paralelas al acerado de
unos diez o doce escalones, protegidas por unas cancelas para que nadie se
pueda caer. Abajo tienen como un pequeño rellano que da acceso a los inmuebles.
Cuando la tarde anterior llegamos y aparcamos la moto, los inquilinos no
deberían estar en casa y no nos avisaron de que allí no se podía estacionar.
Así que los ocupantes de aquella vivienda, durante una noche, disfrutaron de un
cuadro maravilloso titulado “Los bajos de Caldera” y no era precisamente una
pintura de la escuela flamenca. Pedimos disculpas y retiramos la moto mientras
terminamos de desayunar.
Si uno se para a pensar, en la
vida normal de las personas normales, lo que sucede alrededor de cada cual es cotidiano
y rutinario, sin embargo, cuando te encuentras de viaje, cualquier cosa es susceptible de
convertirse en algo fuera de lo común, cualquier situación puede ser una
pequeña aventura inesperada. El hecho de aparcar la moto en la acera, cosa que
afortunadamente podemos hacer en Córdoba, es lo más normal del mundo. Sin
embargo lo acabamos de hacer a 3.000 kms. de casa y es motivo para que te
puedas reír con tu hijo, te lo lleves en el recuerdo (¿te acuerdas cuando en
Ámsterdam aparcamos la moto en la acera…?)), y además sea motivo para escribirlo
en un blog. ¡Vivan los viajes en moto!.
- ¡Anda, deja de teorizar y
vámonos para Gante que se hace tarde!.
La etapa de hoy, junto con la de
mañana, será de las más cortas del viaje. Hoy 270 kms. y mañana 300. Nuestros
culos lo van a agradecer.
Salir de Ámsterdam a las diez de
la mañana es como salir de cualquier gran urbe con el tráfico normal de las
diez de la mañana, pero observamos que por más que nos alejamos de la ciudad el
tráfico no se hace más fluido. Hoy habrá que poner especial atención a la
conducción. El tráfico por las autovías por las que circulamos es muy denso.
Hay retenciones muy frecuentes. Hoy conduzco yo y voy aprovechando el carril
imaginario que buscamos los moteros entre los retrovisores de los coches. Voy
con mucho temor porque no sé como se las gastarán por aquí los polis de
tráfico. Miro con frecuencia por los retrovisores hacia el cielo en busca de
cualquier helicóptero fisgón. Hay veces que hasta circulamos por el arcén, unas
veces solos, otras veces aprovechando el rastro de cualquier moto holandesa. Sé
que hacerlo debe estar prohibidísimo aunque nunca me han multado por ello, pero
aguantar el ritmo de los coches se me hace infumable. ¡Los atascos son para los
“enlatados”!
Por fin llegamos a Gante. El
cielo se ha abierto y disfrutamos de un sol espléndido para ver esta magnífica
ciudad. Si nos parásemos mucho aquí no tendríamos tiempo para recorrer Brujas.
Para visitar cómodamente esta ciudad y con la temperatura que hace, tendríamos
que quitarnos los ropajes moteros, y por ende, buscar un sitio vigilado donde
dejar la moto, los cascos, etc. No disponemos de tiempo para tanto, así que lo
que hemos pensado es callejear por Gante subidos en la moto. Vamos a rodar
despacito por las calles y ver lo que podamos en ese plan. Después de media
hora, con nuestras retinas y el “carrete digital” cargado de postales de Gante,
le decimos al tomtom que nos lleve hacia Brujas. Estamos a unos 60 kms y
podremos estar allí para la hora de comer.
Colección de postales de Gante. La visita merece la pena. |
El tiempo, espectacular |
Como el tiempo ya no amenaza con
llover hoy toca acampada. Hemos buscado en Brujas un camping que está en las
afueras y hacia él nos dirigimos. Cuando el GPS nos indica que nos faltan 7
kms. para llegar a nuestro destino pasamos por una carretera cuyo firme era de
hormigón y atravesaba una zona residencial de casas unifamiliares aisladas que
nos dejó asombrados.¡Qué maravilla de entorno!¡Qué bonito estaba todo!. Eran
casas no muy grandes ni ostentosas, pero hablaban de las personas que las
moraban, y hablaban muy bien. No eran casas de estilo antiguo ni moderno. Cada
edificio era una pequeña joya, tanto por el gusto que habían empleado en su
diseño como por los materiales que habían utilizado en su construcción. Si una
era bonita, la siguiente lo era más aún. ¡Qué gusto!. No había vallas ni cerramientos.
La única separacion que había entre las propiedades eran parterres y maceteros
de geranios, gitanillas y otras especies florales de muchos colores. Los
céspedes eran auténticas alfombras de color verde intenso. Todo emanaba paz. Daba ganas de quedarse allí y no entrar en Brujas. Lamentablemente no saqué la máquina de fotos para inmortalizar ese paisaje urbano.
Llegamos por fin al camping.
Hicimos el check-in y después de pinchar la tienda nos preparamos los bocatas
del mediodía. Eran alrededor de las tres y media. El camping estaba casi lleno
y alrededor de nuestra tienda teníamos vecinos de lo más variopinto. En
todos se adivinaba una amplia cultura campista por el respeto, el
comportamiento educado y la tranquilidad que se respiraba en todo el recinto.
Acampada en Brujas |
Consecuencia: Era el momento adecuado
de cultivar esa costumbre tan española llamada SIESTA. Era lo que pedía el
cuerpo y eso es lo que le íbamos a dar: El reposo del motero. No había prisa.
No había que hacer kilómetros y además sabíamos que Brujas no se iba a ir de
donde estaba. Nos desconectamos hasta las cinco de la tarde.
Ya despiertos, nos subimos en
Caldera y fuimos hasta una calle junto a uno de los canales de Brujas. Allí la
aparcamos y comenzamos nuestro paseo a pie por la ciudad.
Iniciamos la vista a Brujas aparcando a Caldera. |
La visita promete... |
La fama de la ciudad es bien
merecida. Brujas no defrauda, embruja. Es, junto a Gante, un conjunto arquitectónico
maravilloso. Es un auténtico placer pasear su casco urbano, por la
tranquilidad que se respira en cada una de las esquinas de sus calles. Hay
muchos turistas, eso si. Pero la gente se comporta de forma muy educada y no
hay sensación de bullicio. Vamos haciendo muchas fotos. Mientras Jesús y yo callejeamos por la villa no puedo dejar de acordarme de Marga. Ella era la
que, en principio, iba a ser mi compañera en este viaje. No es que seamos unos
viajeros empedernidos, pero cuando hacemos turismo juntos disfrutamos mucho de lo que
vemos y sobre todo, el uno del otro. La recuerdo en visitas a otras ciudades y
a otros lugares, siempre alegre y feliz. Disfruta con cualquier pequeño detalle:
sentarse en el banco de un parque a ver
pasar la gente mientras descansamos, dando una vuelta por el mercado de abastos
de cualquier pueblo, sobre todo si es de la costa… Echo de menos a mi viajera
preferida.
Ya hemos andurreado bastante el
casco histórico y he propuesto a Jesús sentarnos a probar las patatas fritas
belgas. Hace no mucho vi en la televisión un reportaje donde hablaban
del verdadero origen de las patatas fritas. Había quien opinaba que provenían
de Estados Unidos, sin embargo otros eran partidarios de que su origen era
belga. Nos sentamos en la terraza de un bar “patatero”.
Una buena Leffe |
Patatuelas en casa Vincent |
Al lado teníamos una
iglesia cuya torre era de las más altas de la ciudad. En la plaza había unos
árboles muy frondosos que tamizaban la luz del atardecer. La calma del sitio era
muy agradable y te contagiaba. Para acompañar a las patatas yo me pedí una
contundente “Leffe”. ¡Qué rica estaba la puñetera”. Es una cerveza turbia y con
mucho carácter. No es una cerveza para ir de cañas, pero perfecta para disfrutar aquel momento: Un magnífico sitio, la compañía de mi hijo
mientras manteníamos una enriquecedora charla sobre motos, superado ya de largo
el ecuador de nuestro viaje a cabo Norte y degustando unas exquisitas patatas
fritas belgas. - ¿Qué más se puede pedir?
- Yo no quería pedir más. Sería
lujuria.
Para disfrutar de un viaje, o de cualquier
cosa en esta vida, no hacen falta grandilocuencias ni excesos. Disfrutar del
valor de lo común y lo sencillo es suficiente para hacerte sentir feliz.
A todo esto, el “enreas” número 1
del Royalenfil, Javier “Flexit” entra por guasap. Es una mente calenturienta
que no para de maquinar. Yo estaba con mi hijo en Brujas disfrutando del
momento, él en Madrid….
-Oye, que estaba yo pensando…¿Qué
cuándo llegáis?¿que cuándo pasáis por Madrid?, porque… ¿pasaréis por
Madrid?¿no?
- Hola Javier. Si, tenemos
pensado pasar por Madrid. Creo que pasamos el jueves. Pero no sabemos a qué
hora. Igual hacemos París-Córdoba del tirón. Tu le has dicho a Jesús que no
será un motero hasta que no haga una etapa de 1.800 kms. y ¡para qué…! Dice que
eso lo hace él ¡fijo!. Lo que queremos es pasar el menor calor posible en
España. Estamos pensando en hacer etapas nocturnas.
Al rato Javier ya había hecho el
roadbook.
-Vosotros salís de París el
jueves tempranito y por la tarde estáis en Madrid. Dormís en casa y antes,
vamos a ver a Emilio y Rubí a la tienda de Royal en Madrid y nos juntamos con
“el Johnny” y con “Habi” y nos vamos a cenar por ahí. Voy a intentar convocar a
toda la peña.
-¿Es un enreas?¿o no?.
Lo es, y además disfruta con
ello. Su cabeza puede estar en cuatro sitios del mundo a la vez. Lo lleva todo
para adelante. Es una mente privilegiada, pero enredando, más aún. Luego dicen
las mujeres que los hombres no podemos pensar nada mas que una cosa a la vez.
Javier piensa por todos los que cumplen esa premisa y no dan para más.
- Bueno Javier. Voy a ver si lo
cuadramos y ya te digo.
A Jesús le pareció un magnifico
plan. Las fechas cuadraban. Cuadraban incluso con la sorpresa que les queríamos
dar a Marga y a Vanesa. Hoy, como realmente íbamos tres días adelantados
respecto del plan inicialmente previsto, les contamos que habíamos subido al
Preikestolen. Que las vistas desde esa roca a 600 metros de altura
sobre el fiordo eran impresionantes y que teníamos los pies redondos de andar.
No tenían mas remedio que creernos. Para nuestra seguridad y porque eran
compinches de nuestra broma, en Córdoba había tres personas que sí sabían
exactamente donde estábamos, mi madre y dos de mis hermanos.
La tarde iba cayendo y las
sombras arrojadas por las casas cubrían las calles. El agua de los
canales se tornó de color verde dorado. En el camino de vuelta, junto al gran
canal que rodea la ciudad, pudimos ver algunos molinos de viento mirando al sol
del atardecer.
Hoy nos íbamos a acostar
temprano.El día había dado mucho de sí.
La visita a las dos ciudades belgas había
cumplido nuestras expectativas.
Otra etapa del viaje se había cubierto.
Mañana
sería otro día.
Ehhh!! Enreas yo? Si sólo ibas a. Bajar a Granada en BMW....
ResponderEliminarOtra gratísima etapa del viaje. Gracias Jesús, esperamos la siguiente.
ResponderEliminarExcelente relato. Enhorabuena!
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