Buenas noches, sufrido lector.
Pido disculpas por el “ladrillo”
de ayer. Creo que con el relato de lo pasado el día 9 me he alargado más de la
cuenta. Pero ayer, por aquello de que era el día Grande del viaje, ocurrieron
muchas cosas y la narración ha resultado un tanto extensa. Sorry.
amanecer del decimo día en villa Cabo Norte |
Esta noche hemos dormido muy bien
y ha amanecido un día radiante una vez más. Me he levantado contento pero con
una rara sensación difícil de describir. Como si me hubiera quitado una espina
y ahora la echase de menos. Son las once de la mañana y, como teníamos previsto,
vamos a desayunar, recoger las cosas y devolver la llave a la oficina del
camping.
Presa junto al camping |
A las doce en punto nos
encontramos a la muy guapa y nórdica chica de la recepción del camping tomando
el sol como una lagartija, sentada en los escalones a la entrada de su
oficina. Se notaba que tomaba el sol como por necesidad. Era como si estuviera
cargando las pilas con una placa solar en previsión del largo y oscuro invierno
que le espera. O... ¿quizás estaba haciendo la fotosíntesis?. Para qué le íbamos a contar que de
eso en nuestra tierra hay de sobra. Le entregamos las llaves, nos despedimos de
ella y pusimos rumbo al sur.
Por fín, una de las dos cosas más
molestas del viaje nos la íbamos a ahorrar: el deslumbrante sol en la cara.
Todavía nos quedarían los mosquitos.
Vamos para abajo, padre e hijo,
en silencio, pensativos. Enseguida nos toca volver a pasar el largo túnel de
Nordkapp. Poco antes de salir del túnel el conductor de una autocaravana nos
hace señas con las manos para que reduzcamos la velocidad. Pronto nos enteramos
del motivo: un grupo de renos paseaba tranquilamente por la boca sur del túnel.
Es fantástico poderlos observar de cerca. No se asustan y van de un lado para
otro sin echar cuenta de los turistas. Un amigo nos advirtió que si intentas
acercarte a ellos andando, a lo mejor te dejan que lo hagas, pero si lo
intentas con la moto puede que te embistan. Mejor no probarlo.
Renos en la boca sur del túnel de Cabo Norte |
Creo que una de las cosas que también
resulta extraña de este día es que sean más de las doce mañana y sólo llevemos hechos
30 kms.
Vamos hablando por los
intercomunicadores y estamos de acuerdo en que ya hemos tenido bastante de
sitios emblemáticos atestados de personal. Comprendemos que es inevitable, pero
más, no.
Hacemos resumen del camino de
subida y nos damos cuenta que todo ha ido según lo programado, o incluso mejor.
Todas las etapas han terminado donde teníamos previsto a excepción de la del
norte de Alemania, que al llegar con hora de tomar el ferry, en lugar de dormir
en Grimmen (Alemania) lo hicimos en Ystad (Suecia). Con el tiempo ganado, al
día siguiente, en lugar de dormir en Linkoping, dormimos en Estocolmo. Ningún
percance, ningún extravío. Todo Perfecto. Académico.
Para la bajada, teníamos previsto
dormir el primer día en Tromso. Esta etapa tenía el inconveniente de que para
ir y salir de Tromso hay que hacerlo por la misma carretera
repitiendo unos 150 kms. Además, al salir de la casa de Cabo Norte nos encontrábamos
a 600 kms. de dicha ciudad y habiendo salido a las 12 de la mañana íbamos a llegar a
Tromso con los campings cerrados. Por todo lo anterior, parecía que lo más
lógico era descartar Tromso como fin de la primera etapa del camino de vuelta.
¿Opción entonces?. Tirar hacia el
sur durante este primer día y hacer noche donde nos cuadrase. ¡Dicho y hecho!
Como ya no teníamos destino fijo
íbamos como sin prisa. Disfrutando del día, de la carretera y del recuerdo de
todo lo que llevábamos vivido desde que salimos de Córdoba.
Noruega es espectacular. Es un
museo natural pasando bajo las ruedas de Caldera. Cada imagen es una estampa
para guardar en el álbum del recuerdo. Aquí, lo extraordinario se vuelve común.
En cualquier sitio, al lado de la carretera, merece la pena pararse a descansar
y disfrutar.
Bosques y ríos. Noruega, naturaleza infinita... y una carretera mirando al sur |
Lo
hemos hablado Jesús y yo varias veces durante el viaje: Si paramos a hacer
fotos para que toda la familia y amigos puedan ver los que nosotros hemos
vivido, no avanzamos ni 50 km.
en un día. Drástico Jesús, y con toda la razón decía: el que quiera ver ésto,
que venga y lo vea con sus propios ojos. Cuando yo no voy conduciendo, de
cuando en cuando, con la cámara pequeña voy haciendo fotos en movimiento por
llevar algo con lo que alimentar el
recuerdo de lo visto. Muchas veces me salen movidas. ¡Cachis!
Fotos desde Caldera. En primer plano, siempre la bionda. |
El día está siendo caluroso.
Supongo que muy caluroso para estas latitudes y para lo que están acostumbrados
por aquí. Dan ganas de quitarse la chaqueta y disfrutar del paisaje con la
caricia del viento cálido, pero no nos podemos arriesgar a sufrir un arrastrón
en una caída imprevista. ¡Qué se le va a
hacer!
La primera ciudad que hemos
circunvalado ha sido Alta. Si hubiera sido un día normal, según el horario,
habríamos parado a comer algo, pero como hemos desayunado tarde lo hemos dejado
para después. Ahora toca enfrentarnos de veras con los fiordos. Vamos
circulando por unos paisajes maravillosos, pero se avanza muy poco. Tomas una
curva y de pronto te encuentras el agua. Ves que a tres kilómetros mas allá, al
otro lado del agua, hay otra carretera por donde están circulando coches y
camiones. Comienzas a sospechar que dentro de un rato vas a pasar por allí. Lo
malo es que es DENTRO DE UN BUEN RATO. Tu ruta va hacia el frente y aquella
carretera la tienes a la derecha. Pero no se ve, ni por asomo, donde vas a
poder dar la vuelta para conectar con aquel sitio por donde has visto pasar los
coches y los camiones. Tu carretera avanza kilómetros y kilómetros “tierra
adentro” en busca del final del fiordo o de un estrechamiento donde el ser
humano noruego haya creído factible colocar un puente. No cualquier puente. Un
puentazo. Cuando hayas llegado a ese fondo de fiordo o puentazo, entonces
empezarás a volver en sentido contrario viendo al otro lado del agua el camino
que acabas de recorrer. Cuando llegas al punto que habías divisado hace una
hora, has recorrido 60 km.
pero has avanzado tres. ¡Estos noruegos están locos! Menos mal que el paisaje
es único y que si te quejas por hacer kilómetros ¿qué coj…. haces aquí?.
Fiordo tras fiordo, unas veces
grande y otras veces no tan grande, va pasando la jornada. Sobre las cinco de
la tarde vimos una nave abandonada junto a una playa de piedras. Allí decidimos
parar a descansar y tomar un piscolabis. Nos quitamos toda la ropa de cintura
para arriba. Hacía mucho calor. Nos preparamos los bocadillos y nos fuimos cerca
del agua. Los mosquitos querían hacernos compañía… y también unas pequeñas
arañas rojas que empezaron a salir de debajo de las piedras. ¡Ojú, que calidad
de vida más rara tienen estos noruegos!. ¡Con razón se van a Málaga a ponerse
ciegos de espetos!. Comemos rápido, una meadita playera y, como dicen en mi
tierra: ¡A juir!. Allí ya no hacíamos nada…nada más que ser blanco de todo tipo
de insectos.
Parada para comer... y ser comidos por los insectos |
Como no teníamos cosa mejor que
hacer, seguimos rodando tan hacia el sur como los fiordos nos lo permitían. Cuando
un fiordo se interponía en nuestro camino ibamos hacia el este SI o SI…y si no,
deberíamos haber cambiado la “Gording” por un submarino. Luego, evidentemente,
volvíamos hacia el oeste.
Sobre las ocho de la tarde
paramos a repostar. Llevábamos dos días que nos permitíamos un pequeño lujo: en
el repostaje de la tarde nos tomábamos un “Magnum”, y esta tarde no iba a ser
menos. Echamos gasolina, pusimos la moto a un lado y nos pusimos cómodos de
ropa para degustar nuestro “polo”, como a mí me gusta llamarlos.
Esto que estoy contando no sería
nada especial si no fuera el preludio de lo que decidió nuestro viaje de
retorno. Por eso lo estoy contando con cierto detalle para que te pongas en situación, querido lector.
Si has leído el relato de las
jornadas 8 y 9 te habrás enterado que los protagonistas de esta historia han
sufrido algunas decepciones, sobre todo Jesús senior, es decir, el que “sus”
escribe. No tenía muy claro como plantearle a Jesús que ya no tenía más ganas
de ver sitios maravillosos atestados de gente maravillosa que habían llegado a
esos sitios maravillosos en autobuses igualmente maravillosos… o en
maravillosas autocaravanas. En noruega habíamos programado visitar cinco sitios
más, que se suponía serían de los más maravillosos. Así que respiré hondo y le
dije:
(me salió así)
- ¡Al menos, ésto ya no nos lo
quita nadie! (refiriéndome a haber cruzado Europa en moto desde Cabo Sur a Cabo
Norte).
Yo le quería dar pie a que
hablara. No se si es porque es mi hijo, o por qué fue, pero esta fue su respuesta:
- Papá ¿tú sabes lo que me
apetece a mí ahora mismito?
- No hijo.
Me hice el despistado.
- ¿Qué te apetece?
- ¡Comerme un perol en el campo
de la abuela!
- ¿Qué me quieres decir con eso?
- Papá, que me da igual no ver el
Preikestolen, ni el glaciar, ni la carretera de los trolls, ni la carretera del
Atlántico, ni Bergen (esas eran precisamente las visitas que habíamos
programado en Noruega). Estoy harto de que todo esté lleno de gente ¡Coño!
Más claro: AGUA. Estábamos
completamente de acuerdo. ¡Este niño parece que lo he parido yo!
- ¿y qué propones?
- Que crucemos Noruega del tirón
y nos salgamos por Dinamarca.
- ¿Me estás diciendo que lo mismo
que hemos subido cumpliendo a rajatabla el plan establecido, bajemos
destrozando el programa?¿Eso es lo que queremos?
- Sí, papá.
- ¿Pues sabes qué te digo? Que
estoy totalmente de acuerdo contigo, Cilindros.
- Además, papá, he pensado que el
tiempo que ahorremos, nos sirve para presentarnos tres días antes en Córdoba y
les damos una sorpresa a mamá y a Vanesa.
Le dije a Jesús:
-¡¡¡Rock and Roll!!!. ¡Eso es lo
que le faltaba al viaje! . ¡Rock and Roll!. Hemos subido como dos personas
superorganizadas, con un “timetable” de libro cumplido escrupulosamente. Vamos a disfrutar ¡Leches!. ¡Vamos a
“destrosar” el programa. Improvisemos lo que queremos hacer!
Y luego añadí:
-¿Sabes lo que me apetece esta
noche, Jesús?. Conducir a la luz del sol de medianoche hasta que el cuerpo
aguante. Hasta donde podamos llegar.
-Papá, me parece genial.
Arrancamos a Caldera, pusimos la
música a toda mecha e iniciamos nuestra etapa loca.
Empezamos a aumentar la altitud acercándonos a
unas cumbres que estaban ocupadas por la niebla. La temperatura bajó
ostensiblemente. Cuando coronamos la sierra todo era gris. Había luz, pero no
veíamos mas allá de 50
metros.
- Papá ¿paramos y nos ponemos los
forros de abrigo de los chaquetones?
Nos detuvimos en una cuesta abajo
y nos abrigamos. Nos tomamos unas manzanas a modo de cena. El agua se nos había
terminado, pero del monte de al lado caían pequeñas cascadas sobre la cuneta de
la carretera. Apuntando a uno de los chorros, llené las botellas con agua
estupenda y bien fría. ¡Qué gozada!.
Parada para abrigarnos |
Niebla,agua y carretera. |
Continuamos nuestra marcha. Como
estábamos bien altos, los neveros se hicieron mucho más frecuentes. La niebla
sólo nos dejaba adivinarlos. Según fuimos descendiendo hacia el siguiente
fiordo, la bruma se fue disipando. Había una luz crepuscular que hacía de la
conducción un auténtico placer.
Repostamos.
Conducíamos.
Un
puentazo salvador nos evitó tener que rodear un fiordo profundo.
Eran las 12.30 de la “noche”.
Llevábamos doce horas y media montados en la moto. Caldera no se quejaba.
Estaba con nosotros. También quería R&R.
Después de salvar otra montaña
que se asomaba al mar de un fiordo, empezamos el descenso. Jesús, que en ese
momento iba de copiloto, pudo apreciar fugazmente un transbordador próximo a su
embarcadero.
-Papá, he visto un barco cerca
del embarcadero pero no he podido apreciar si se iba o venía.
La carretera que llevábamos
estaba interrumpida por un fiordo y para continuar había que tomar
obligatoriamente el transbordador. La duda que nos quedaba hasta que llegásemos
al embarcadero, era saber si el barco acababa de zarpar o si venía hacia nosotros. Pronto lo
averiguaríamos.
Cuando terminamos de bajar del
monte llegamos al embarcadero. Allí la carretera se ensanchaba hasta adoptar
seis carriles. Era la 1.20 de la mañana. En aquella dársena de asfalto sólo
había dos camiones. El resto era silencio. Nos acercamos a unos rótulos y allí
encontramos los horarios. El barco que habíamos visto era el último que había
zarpado en nuestro sentido. Había salido a la 1 de la mañana. Por veinte
minutos no lo habíamos cogido. El siguiente salía a las 5.30, y después salía
uno cada hora prácticamente. No teníamos más remedio que detener nuestra noche
de Rock&Roll.
1.20 de la mañana en Skaberget. Perdimos el último barco |
Gotas gruesas de agua comenzaron
a caer amenazadoras. Por las dependencias de aquel pequeño puerto empecé a
buscar un resquicio donde poder descansar y no mojarnos hasta tomar el
siguiente barco. Enseguida escampó.
A continuación, ocurrencia
boy-scout de junior:
-Papá. Vamos a meternos por ese
camino unos cientos de metros para quitarnos de la vista de aquí y buscamos un
sitio donde plantar la tienda.
¡Este niño vale un imperio!
Era un camino relativamente malo,
pero con cuidado nos retiramos un poco del embarcadero. Encontramos un hueco
entre cuatro pinos cuyo suelo estaba más o menos liso como para poner la tienda
y algo acolchado por la pinaza y la vegetación del lugar.
Todavía había un escollo que
salvar.
-¿Os imagináis?
Los Mosquitos. Si. LOS MOSQUITOS.
Si Hitchcock levantara la cabeza
rodaría la película: Los Mosquitos. Rodada en: del circulo polar hacia
arriba.¡Qué jartibles! ¡Qué hartantes!
Solución para evitarlos: montar
la tienda con los cascos y los guantes puestos. Así lo hicimos. Luego Jesús me
infló a leches para matarme los mosquitos que yo llevaba encima antes de entrar
en la tienda y así no meterlos dentro. Cuando él se introdujo en la tienda hice lo propio con él. Teníamos prisa por aprovechar el tiempo de descanso. Decidimos no inflar el
colchón y no sacar los sacos. La ropa de moto que es relativamente gruesa y abrigada
serviría como abrigo y colchón a la vez
Acampada libre en Skaberget. |
No íbamos a poner el despertador.
Cuando nos levantásemos,
recogeríamos y tomaríamos el primer ferry que saliera hacia la otra orilla del
fiordo.
Pero eso ya es otro cantar.
Si aquí hubiera gallos, ya
estarían cantando.
No se muy bien en qué momento te disculpabas por tu prosa, y yo me dije: "Coño, un arte que no domina el amigo Iznogud". Pero conforme avanza la lectura de este blog me di cuenta de que también esto lo "bordas", hasta tal punto que si alguien, a la vuelta de mis vacaciones, me pregunta que dónde he estado, me puedo permitir responder que en CABO NORTE con mi amigo Jesús.
ResponderEliminarM'emosionao, amigo.
EliminarSi los ratos que empleo escribiendo ésto están sirviendo para que, como tú, nos acompañéis en este viaje, ¡bien empleados están!.
Gracias. Muchas Gracias.
Jjajjaaja, José Mari... yo también diré que he veraneado en Cabo Norte jajajjaa. Cabo Norte de Santa María de Trassierra.
Eliminar