domingo, 22 de junio de 2014

Cuando todo empezó

Pienso que aquellos a los que nos gustan las motos recordamos cual fue ese momento en el que empezaron  a llamarnos la atención esas "dichosas" maquinitas de dos ruedas.
En mi caso, recuerdo que un día llegó a casa un amigo de mi padre con una Mobilette de las que fabricaba la GAC (me hacía gracia que eso significase Garate Anitua y Cía). Primero se la ofreció a mi hermano Andrés para que se diera una vuelta y luego me la ofreció a mi. Yo tenía por aquel entonces diez o doce años. Mi respuesta fue tajante: NO, no vaya a ser que me caiga y se rompa la moto...
Este detalle tan pequeño, que para un mayor puede pasar desapercibido, no se me ha olvidado nunca.
¡Qué responsable era ya desde chico! Supongo que después me tiraría de los pelos por no haber aprovechado la primera oportunidad de haber subido a una moto.
El tiempo fue pasando y las ocasiones de montar, hablar y leer sobre motos se fueron haciendo más frecuentes. Mi hermano Andrés y yo montamos un taller de motos donde arreglábamos las motos de los compañeros. Lo que ganábamos con el taller nos permitía pequeños lujos: tabaco, salir y... comprarnos nuestros primeros vehículos. No se me olvidan aquellos cigarros Rothmans impregnados de aceite de caja de cambios con los que solíamos celebrar el montaje o desmontaje de un motor mientras escuchábamos canciones de Elton Jhon...
Vista del patio del taller

Mi primera moto fue una Bultaco Brinco de 74cc. ¡Vaya moto fea y mala! ... pero todo se le perdonaba porque era MI MOTO. Nos costó 15.000 ptas. (90€ de ahora ) y creo recordar que tardamos en  ahorrarlas 6 meses.
Pues bien, con aquel dinerillo también nos comprábamos con cierta frecuencia la revista MOTOCICLISMO. Era finales de los 70 y por aquel entonces las revistas estaban impresas en blanco y negro, menos las páginas centrales que eran a "todo color". En esas páginas centrales solía venir la prueba de alguna gran moto de nueva hornada. Una Italiana, Alemana o alguna de las primeras "Japos"... Aquellas motos eran el sueño de cualquier motero español. Nosotros sin embargo siempre andábamos con riangas que no andaban, no frenaban, no alumbraban y se gripaban cada dos por tres. Recuerdo que la Brinco cuando subía una cuesta más o menos larga empezaba a perder rendimiento y a picar biela que era una cosa mala.... Y si además tenía que llevar a alguna chavala ¡ni te cuento!.
Volviendo al tema de la revista, una vez me encontré en una de ellas un artículo de alguien que había ido a Cabo Norte. Yo pensé para mis adentros que algún día tenía que ir allí.
...Y esa idea me ha seguido rondado desde entonces por la cabeza.
...Y con lo grande que tengo la cabeza, ¡sabe Dios los kilometros que habrá hecho la idea!
Pero de diez años para acá la idea se ha hecho cada vez más impertinente:
Jesús ¿cuando vas a ir a Cabo Norte?...
Jesús ¿cuando vas a ir a Cabo Norte?...
...y venga a darle vueltas un año tras otro a lo mismo.
Y lo peor de todo es que, queramos o no, hay que pensar que "el arroz se va pasando"...
El año pasado tres parejas de amigos tuvimos la idea de hacer un buen viaje por centro Europa.
Al final, por unos motivos u otros, a todos se nos fastidió el viaje.
Y la verdad sea dicha,  me hubiese encantado hacer este viaje con ellos por varios motivos:
Primero, porque son unos buenos amigo. Segundo,  porque tenemos una forma parecida de entender el turismo y el viaje en moto, y por último,  porque tenemos  motos iguales (algo que facilita bastante un largo viaje en moto).
Se que los voy a echar mucho de menos,  y en especial, a Marga, mi esposa.
Pero el año pasado, después del este último intento fallido, tomé la decisión de irme solo. Cabo Norte es un viaje muy largo, y no mucha gente puede disponer de un buen puñado de días para poderlo acomenter.
Pero después de todos estos avatares se ha colado un polizón en el viaje.
A Marga se le ocurrió que me acompañase nuestro hijo Jesús. Es motero, motero. Es un talibán de las motos, un friki, un integrista...
Le gusta todo aquello que tenga ruedas y que huela a gasolina... y si tiene más de 25 años, ¡mejor!.
El año pasado desde Córdoba se plantó en La Coruña en su Hondita 250 en doce horas,  y a la semana siguiente, volvió a hacer el viaje en sentido contrario.

El hacer un viaje como este  te lleva a pensar que uno es un irracional y un egoista.
En la toma de la decisión de hacer o no este viaje pueden intervenir la Razón y el coRazón.
Dos cosas tan parecidas y que sólo se distinguen por el monoxido de carbono, pueden hacer que hagas o no hagas el viaje.
La Razón te dirá: ¿Para que vas a hacer semejante locura? si además de pegarte una paliza, te puedes caer, romperte tú y la moto, gastarte una pasta en gasolina,  etc. etc.
Mientras, el coRazón te preguntarará desde lo más hondo: ¿Vas a dejar de hacer algo que deseas desde hace tantos años?, ¿te vas a dejar vencer por la rutina, la comodidad, o el miedo?, ¿te piensas morir sin haber realizado un pequeño sueño?
y con una voz de eco, te irá recordando:
...No te lo vas a perdonar nunca
...Te lo vas a reprochar hasta que te mueras....
Querido amigo, ¿tú a quien escucharías?
Seguirá...



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