viernes, 11 de julio de 2014

Día 11: Skaberget, Bognes, Mo i Rana, Trondheim (805 kms.)


-¡Qué ganas de hacer pipí, lechuga!
A duras penas consigo salir de la tienda de campaña intentando no hacer ruido para no despertar a Jesús. Levantarse desde el nivel del suelo y vestido con la “armadura” de la moto no es ninguna tontería ¿o son los años y los kilos? Miro la hora en el teléfono y veo que son las 8.10. Consulto la foto que ayer le hicimos al horario de los barcos y veo que hay uno que sale a las 8.30.
- ¡Jeeeeeesuuuuuuus!, ¡despiertaaaaaaaaaaaaaa!, ¡perdemos el barco!
Jesús me pregunta adormilado:
- ¿Qué hora es?, ¿a qué hora sale el barco?
- Quedan 20 minutos para que zarpe el siguiente…
- Papá es tontería, ya no nos da tiempo.
- ¡Vamos a intentarlo, Jesús!
- ¡Joder, papá, que estoy recién despierto y todavía tenemos que recoger la tienda!
- ¡Vamos a intentarlo! ¡no perdemos nada!
¡Qué maneras de despertarse! ¡qué “agilaero”!
Nos liamos como locos a recoger la tienda y lo poco que teníamos fuera de la moto.
A falta de 3 minutos para que zarpara el transbordador estábamos embarcando a Caldera. Fue un despertar bastante acelerado, lo cual es rematadamente malo para la salud, pero conseguimos ahorrarnos una hora y media de espera. El siguiente ferry salía a las 10.00.
- Papá, yo creí que no lo conseguíamos.
- Si no lo hubieramos intentado, seguro que no lo conseguimos.

Por cierto, ¡buenos días!
Con el ajetreo de embarcarnos no he podido ni saludar.

Después de todo parece que hemos descansado bastante bien: dormir casi seis horas de un tirón, vestidos con la ropa de moto y sin colchón, no está nada mal.
El ferry suelta amarras y salimos hacia Bognes. Son 8,5 kms de navegación y se tarda media hora. Como ayer no cenamos y no habíamos hecho compra, desayunamos la cena que no habíamos consumido la noche anterior: sendos bocadillos, acompañados de un refresco para Jesús y un cervezón para mí. Buen desayuno para iniciar un día de ruta.
Cena a modo de desayuno.
Como ayer rompimos los planes que teníamos previstos, hoy nuestro destino era una incógnita. Bueno, una incógnita no, nuestro destino era rodar hasta que se hiciera de noche. Íbamos a intentar llegar a Trondheim, 800 kms más hacia el sur, pero no podíamos asegurarlo porque por estas carreteras de doble sentido no se pueden sacar medias altas. Habíamos decidido atravesar la península escandinava, visitando sólo eso, la península escandinava. No nos íbamos a detener en ningún lugar en especial. Solo rodar y rodar, y dejar que Escandinavia entrara por nuestras pupilas a bordo de Caldera. Con eso era suficiente y bastante. Como dije ayer, aquí lo extraordinario se vuelve común porque todo, absolutamente todo, es extraordinario. No hago más que recordar mi querida Andalucía y comparar. Se que las comparaciones son odiosas, pero al acordarme de mi tierra me viene a la mente la Campiña, el Guadalquivir, los Pedroches… Es mi tierra,  me parece fantástica, la quiero y la prefiero. Pero cometiendo el gravísimo error de comparar, al rememorarla, mi tierra me parece “pequeñita” al lado de esta. Aquí todo es grandilocuente y exuberante. La Naturaleza lo invade todo. Es omnipotente y el ser humano debe asumirlo. El agua y el clima son los dueños y señores de todas estas tierras. Llegado el día del año en el que toman el relevo al sol, se hacen los amos de esta vasta región y el hombre se debe recluir para protegerse. La vida desaparece bajo un gran manto blanco a la espera de que al año siguiente la naturaleza resurja de nuevo magnífica y brillante.
Pero toda la magnificencia de esta tierra para el ser humano está condicionada por el ahora. El ahora son los meses en los que el sol gana la batalla al frío glacial y es cuando el clima regala una temperatura “humana”.
Según recorres esta tierra piensas:
- ¡Qué paisaje más hermoso!.....¡ahora!
- ¡Qué países más magníficos para vivir!.....¡ahora!
-¡Qué maravilla es rodar en moto por estas carreteras!.....¡ahora!
El ahora es la vida. El resto del año esta tierra es hostil. El clima gélido y la noche casi permanente lo invaden todo y hacen de estas tierras un infierno helado. Las  carreteras tienen cada cierta distancia barreras que las inutilizan. Con ellas intentan evitar que personas imprudentes circulen cuando las condiciones son desfavorables con los consiguientes rescates, siempre peligrosos, costosos y de resultados imprevisibles.
Por eso prefiero la “pequeñez” de mi tierra. Por eso el señor finlandés de Benalmádena y tantas otras personas mayores, una vez terminada su vida “productiva”, optan por  alejarse de la tierra que les vio nacer y disfrutar de latitudes más cálidas cerca del Mediterráneo.
- ¿En España?
- Tengo entendido que si…
Gradualmente el terreno se va haciendo más suave. Las montañas aparecen como cansadas, domadas por el clima rudo e invernal. El agua del deshielo sigue apareciendo por doquier. La sequía y sus desastrosas consecuencias, incendios, desierto, aridez…, deben ser palabras que no existen en la lengua sami.
A mediodía, después de 260 kms., llegamos al centro de visitantes del círculo polar ártico en Noruega. No resulta tan agresivo comercialmente como Rovaniemi. Es mucho más comedido. Y la verdad, se agradece.
Casco femenino

¡Aparcao!
Prohibido ¿qué?

Cilindros refrigerado por nieve.
Edificio central en el circulo polar en Noruega

Los montes cercanos están muy salpicados de nieve invernal que aún está resistiendo el calor del verano nórdico.
 
A la entrada del lugar se aprecian símbolos soviéticos y un monumento en recuerdo de los rusos y yugoslavos caidos en la segunda guerra mundial.(de ésto me he enterado después, porque las leyendas que había por allí estaban en idiomas indescifrables para un latino)
Estrella soviética
Esta es la tercera ocasión durante este viaje en la que podemos visitar un campo de pequeños túmulos. Parece que esta especie de camposantos es una costumbre bastante extendida por aquí. Los visitantes andan entre los túmulos con mucho respeto y recogimiento. Nadie se atreve a tocar nada.
 La imaginaria línea del circulo polar ártico pasa por el centro de la simbólica escultura de madera con forma de pájaro y del edificio donde se venden souvenirs. En la puerta opuesta hay un hito de mármol que lo confirma.
 

Dentro de la tienda de souvenirs vemos, por fin, el primer alce durante este viaje. Alce, pero disecado y más tieso que “las patas de perico”. Tenía muchas ganas de ver este animal de aspecto bonachón y desgarbado, pero las posibilidades de verlo se estaban reduciendo conforme nos acercábamos hacia el sur y hacia sitios más civilizados.
El Alce "congelado"
También había en el centro un oso polar disecado un poquillo estirado para mi modesto entender.
¿no parece el oso un poco estirado?
Después de la visita y el pequeño descanso que supuso la parada enfilamos con Caldera de nuevo hacia el sur. La temperatura seguía subiendo y volvían a estorbar los ropajes moteros.
Ochenta kilometros después pasamos junto a Mo i Rana. Es una población importante en esta latitud del país. A las afueras localizamos un supermercado. Allí nos detuvimos para hacer la compra del día y comer a la sombra de unos árboles junto a lo que parecían las instalaciones de un instituto abandonado.  Después de dejar la ciudad circulamos  durante un buen rato paralelos a la orilla del Ranfjorden. Luego del fiordo, nos quedarían más de 400 kms. para llegar a Trondheim. La de hoy, era una larga etapa de transición.
Jesús ya me ha cogido el aire. Sabe perfectamente cuando la conducción me produce somnolencia. Sabe que cuando sacudo el casco con dos o tres giros rápidos es que voy estando “maduro”. Me dice por el intercomunicador:
- Papá, ¡Game Over! ¿Te echo otra monedilla?
- ¡Eres un mamón!
Durante este viaje esta circunstancia se está dando, lamentablemente, con demasiada frecuencia. Como aquí no hay bares de carretera donde parar a tomar café, he probado a tomar esa famosa bebida que da alas. La verdad sea dicha, el efecto es fulminante. Me la tomo y me quedo despejado para seis horas y sin embargo no me pongo nervioso como con la cafeina. El otro día cuando, para prevenir el maldito sueño, metí varias latas de la famosa bebida en la maleta, una detrás de otra y todas alineadas, me dice el niño con sorna:
- Eso qué son ¿las pilas alcalinas del conejito que toca el tambor? …y duran, …y duran…
- ¡Cría cuervos…!
El día y Noruega van pasando. La dura hora de la siesta también.
Circulando, caigo en la cuenta de que la señal vertical de prohibido adelantar la usan muy poco en este país. La línea central de la carretera casi siempre es discontinua. Parece que el adelantar o no adelantar lo dejan al buen criterio de los conductores. (Si uno adelanta indebidamente y le van a multar, a lo mejor es bueno hacerse el sueco). De todas formas, esto hace que la conducción sea mucho más relajada y que la Administración se ahorre un buen dinero en piruletas metálicas, amén de las muchas menos posibilidades que hay de que te pongan una multa y te quiten unos cuantos puntos. Es cierto que cuando se conduce con excesiva información de carteles y señales de circulación, uno acaba por conducir “a sentimiento”, terminando por no saber que es lo último que te han ordenado que hagas o dejes de hacer con el vehículo.
¡Punto para la DGT noruega!

Rodando por el centro de Noruega
 


Cilindros y Caldera, ¡qué buena pareja!
Llegando a Trondheim la carretera se desdobla en forma de autovía. Según las indicaciones parece que los peajes son automáticos. Hay cámaras que escanean las matrículas y según dedujimos, aquí cada usuario compra un saldo en peajes y cada vez que pasa por una de esas cámaras, el sistema resta automáticamente el importe al propietario del vehículo de la matrícula captada. Los extranjeros debemos tener barra libre o a lo mejor invita el noruego que haya pasado antes.
Siempre fotos en movimiento.Las etapas son largas y no hay tiempo para parar.
 


 Después de una duda con el trayecto indicado por el GPS, llegamos al camping Vikhammer, a orillas del fiordo de Trondheim. Es hotel y camping a la vez. Nosotros optamos por la solución económica: nuestra tienda de campaña del Decathlon. Parece que no hay peligro de lluvia esta noche. Nos preparamos unos bocadillos con pan de queso. Saben bien. Jesús se acostó primero. Yo me duché después de la cena. Gracias a que yo había sido gentilmente liberado por tí del compromiso de relatar diariamente lo sucedido en el blog, querido lector, me pude acostar poco después.
Aunque era tarde, retazos de luz rojizos adornaban el cielo noruego.
De noche en Trondheim

3 comentarios:

  1. Me está empezando a doler el culo con estas 2 últimas etapas tan largas, jejeje. Os a entrado la prisa por llegar a Córdoba que hasta se os olvida poneros los guantes.
    Bromas aparte Jesús, esperamos ansiosos la siguiente entrega.

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  2. Hola Jose Maria: como he repetido tantas veces, hemos pasado mucho calor. Aunque era irresponsable, a veces optábamos por conducir sin guantes. Se agradecía. ¿Te acuerdas cuando en España se podía circular sin casco? Aunque era peligroso, era un gustazo.
    Poquito a poco iran saliendo el resto de los días.
    Muchas Gracias por seguir el blog. Nuestro blog.

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