jueves, 10 de julio de 2014

Día 09 :Sodankyla, Inari, Cabo Norte (579 kms.)

A mi amigo Jose María Galán.



…Hoy puede ser un gran día…
Si todo va bien, hoy llegaremos a nuestro destino: Cabo Norte.
La ilusión es muy grande. Especial. Hoy se puede cumplir aquel sueño en blanco y negro que tuve cuando tenía 16 años mientras hojeaba una revista MOTOCICLISMO. Hoy hace la friolera de unos 13.000 días.
La espera ha merecido la pena porque ese sueño lo voy a cumplir, además, con un joven que es mi hijo.
Dicen que los padres transmitimos nuestras frustraciones a los hijos.
- ¿La afición a las motos se puede considerar una frustración?
Creo que Cilindros esta muy alegremente frustrado de ser motero, de estar aquí con su padre  y de haber asumido este reto conmigo. Yo estoy muy muy feliz.

¿Pero de qué se ha manchado el techo de la tienda de campaña?
¿Qué son esos puntos negros que hay entre la tela de la tienda y el doble techo?
¡Son los mosquitos! Nos están asediando. Si te acercas un poco y te fijas, se parecen a Jack Nickolson cuando se asomaba con cara de sádico a la puerta reventada a hachazos en la película “El Resplandor”.
mosquitos entre la tienda y el doble techo intentando darse el banquete
Bromas aparte...

Un día más amanece con buen tiempo. Recogemos los trastos de la acampada y desayunamos. Cuando vamos a salir echo de menos las gafas. No aparecen por ningún lado y no tengo otras de repuesto. Intentando recordar, le digo a Jesús:
-Las noches que hemos dormido en camping las he metido en el bolsillo lateral que hay dentro de la tienda, pero al recoger la tienda yo no he notado ningún bulto. Como seguían sin aparecer no tuve más remedio que asumir que íbamos a tener que sacar la tienda de las maletas, desliarla y comprobar si las gafas estaban allí.
Efectivamente, allí estaban en el bolsillo interior de la tienda. Pensé que me encontraría las gafas hechas un “gurruño”, porque cuando recogíamos la tienda lo hacíamos a conciencia, apretándola mucho, con el fin de que ocupase el menor espacio posible. Sin embargo se ve que las gafas son fuertes porque estaban derechitas como una vela. ¡Menos mal!
Jesús me dijo:
-Papá, ¡joder!, ¡que vas a perder la cabeza!
En este viaje se están invirtiendo los papeles: El hijo es el sesudo y el que riñe, el padre, el despreocupado y el “vivalapepa”.
...cargando las pilas..
Hoy tenemos que recorrer 560 Km. Nos parecen pocos. Sabemos que tenemos todo el día para hacerlos ya que con estar sobre las doce de la noche en Nordkapp es suficiente. Salimos del camping y enfilamos hacia el norte. Aún nos restan 300 Km. dentro de Finlandia.
Como no tenemos prisa da la sensación de que el tiempo no pasa. Y más aún cuando los tiempos los marcan los repostajes. Cada 200 o 250 Km., parada, estiramientos, agüita, relevo en el manillar de Caldera y ¡a seguir! En estas carreteras la velocidad máxima permitida es de 90 Km./h, así que los repostajes vienen a ser cada 3 horas aproximadamente.
Desde que entramos en Alemania todas las gasolineras tienen servicio desatendido. Los surtidores tienen su propio lector de tarjetas de crédito y no es necesario que el usuario se acerque a la tienda de la gasolinera. En el primer repostaje de la mañana entramos en una gasolinera que tenía servicio TOTALMENTE desatendido, es decir, allí no se acercaba ni Dios. El tarjetero no funcionaba, por lo que el boquerel no soltaba ni gota de gasolina. En finés de Cañero intenté decirle al de la tienda que aquello no funcionaba, pero me dio la impresión  de que la gasolinera no era de ellos ni tampoco de la tienda de souvenir de al lado, por lo que tuvimos que desistir de echar gasolina en la moto. Mientras, me di cuenta que al otro lado de la carretera había un señor con una “roulotte” del tipo de los feriantes ofreciendo algún producto. Cuando me acerqué al puesto ya lo estaba cerrando. Era un pescador que vendía salmón ahumado preparado por él mismo. Me dijo que cerraba porque ya los había vendido todos menos el que me ofreció a mí. No se lo acepté porque era muy grande y yo no sabía como había que prepararlo para comerlo. ¡Seré garrulo! Al retirarme de allí saludé a la perra del pescador. ¡Qué simpática! Me hizo todas las fiestas del mundo. Jesús y yo tenemos que reconocer que llevamos todo el viaje echando de menos a Pancho, nuestro perro.
Continuamos el camino.
La simpática perra del pescador
Cabo Norte estaba cada vez mas cerca y nos estaba esperando. Las emociones iban y venían. No podía creer que se fuera a cumplir el sueño de tantos años.
El paisaje empezaba a cambiar. Los bosques eran de árboles cada vez menos altos y espesos. Pasamos junto a multitud de lagos y por las ciudades de Ivalo e Inari. Por fin llegamos al cruce de la carretera 75 con la 92, la que nos llevaría a Nordkapp.

Cruce hacia Cabo Norte
Después de atravesar la frontera con Noruega, hicimos un alto en el camino para comer a las afueras de la ciudad de Karasjok. Nos quedaban 273 Km.
"Bocata sobre zumo en tetrabrik a la parrilla de la Goldwing"
Cuando retomamos el camino, y como teníamos tiempo de sobra, le propuse a Jesús echarnos a un lado de la carretera y tumbarnos sobre la hierba a echar una siestecita. Entramos en un camino paralelo a nuestra ruta. Yo ya me había bajado de Caldera, y no sé que le ocurrió a Jesús al intentar maniobrar con ella que la moto se le cayó al suelo. Intentó aguantarla, pero los más de 460 Kg. son imposibles de detener cuando pierden la verticalidad y el soporte de las ruedas. Cayó despacio. Enseguida nos agarramos a ella y la levantamos sin mucho problema. Jesús me dijo después que gracias a que yo había hecho el mayor esfuerzo la habíamos levantado ya que él apenas había tirado. Yo le contesté lo mismo, que yo no había hecho apenas fuerzas. Creo que la descarga de adrenalina que tuvo Jesús al ver a Caldera por el suelo fue la que le hizo levantarla en volandas. Una vez puesta la moto en pie y comprobado que no había sufrido ningún desperfecto, nos dimos cuenta de que allí no había forma humana de echar una siesta: nubes de mosquitos acudieron inmediatamente, ¡otra vez, carretera y manta!
Y llegó el momento en que cambió el paisaje. Al encontrarnos con el mar en el fiordo de Porsanger la tundra se apoderó de la naturaleza. Los árboles desaparecieron por completo. Las montañas se elevaron contundentes. El cielo era de un azul intenso, y el sol desafiante seguía allí, como un poco a la izquierda y a media altura. ¿Para qué se iba a mover?
Inicio del fiordo de Porsanger

Me daba la impresión de que todo era de unas dimensiones colosales. A pesar de la escasez de vegetación me pareció un paisaje espectacular. Según rodábamos hacia el norte con la compañía del mar por la derecha, nos sorprendían las cascadas de agua que irrumpían por todos lados.
las montañas se asoman al fiordo
Veíamos muchos neveros para la altura del verano a la que nos encontrábamos, pero no creía que su deshielo pudiese dar origen a tanta agua como la que podíamos ver bajando de las montañas.
cascadas por doquier

Había tramos de carretera que protegidos por las montañas quedaban en la umbría. Rodar por ellos resultaba muy refrescante.
Rodando a la sombrita se está muy a gustito
Hicimos un alto en el fondo de una cala. Queríamos acercarnos al mar y tocarlo. Allí había otros moteros y un matrimonio con unos niños. Era un sitio especial. El mar estaba tranquilo y chapoteaba con las piedras de la playa. Sobre la orilla sobresalían muchos montoncitos de piedras que la gente había ido haciendo. Al mirarlos con más detenimiento nos dimos cuenta que eran pequeños túmulos. Las personas que como nosotros se habían detenido allí para descansar y admirar aquel paisaje habían dejado un recuerdo en memoria de sus seres queridos desaparecidos.
parada en una cala del fiordo
túmulos junto al mar
Con rotulador estaban escritos en las piedras infinidad de nombres de personas y bonitos recuerdos hacia ellas. Estuvimos barajando la posibilidad de darnos un chapuzón y así tener otro reto conseguido: no todo el mundo se baña en esta latitud. Hubiera estado chulo, pero desistimos de ello al pensar que podíamos coger un resfriado y fastidiar el resto del viaje. Después de un buen rato de fotos y contemplación paisajística reanudamos la marcha.
Junto a lo que podría llamarse un poblado, por fin, apareció un grupo de renos en libertad. Estaban junto al mar comiendo tranquilamente.
-¿Qué comían?
-No lo sé.
Ignoro que en la playa se pueda cultivar algo o que crezca algún vegetal. A no ser que estuvieran alimentándose de las algas que el mar deposita en la orilla.
Cuando se dieron cuenta de nuestra presencia fueron a reunirse con otro grupo de renos más numeroso y alejado. Estaban mudando el pelaje y ésto les confería un aspecto más bien desaliñado y pobretón. El encuentro con los renos en libertad le daba al viaje un “puntillo” de aventura.

Renos en la playa
Llegó por fin el momento de cruzar el famoso túnel de Cabo Norte. Es una obra colosal que permite comunicar el continente con la isla donde se encuentra Nordkapp. Hasta el año 2012 había que pagar peaje para poderlo usar. Es un túnel de unos 6.900 mts y 212 metros bajo el nivel del mar. Atravesarlo en moto “acojona” un poco. Después de pasar una primera curva, el túnel empieza a descender con una pendiente, no sé si del 10 o 12%. Por las paredes del túnel se filtra mucha agua, lo que hace que el firme esté completamente mojado. Cada cierto espacio hay una instalación de potentes extractores que sirven para renovar el aire. Hacen tanto ruido que parece que una estampida de camiones va a pasar sobre ti.
…Y desciendes,
…y desciendes…

Boca norte del tunel de Cabo Norte
… y piensas que estás en una caverna por debajo del mar…
¡Coño! que no le de a ésto por hundirse que nos quedamos aquí enterrados...
No sabes si parar o saltarte el límite de velocidad de 60 para salir de allí lo antes posible. Es realmente impresionante. Cuando el túnel llega a la cota más profunda avanza unos cientos de metros en horizontal para después comenzar una subida con una pendiente similar a la de bajada que te lleva por fin al nivel de los mortales que están en vida. Una vez en el espacio exterior respiramos, al menos yo, profundamente aliviados. Y en verdad, lo que tenía ganas es de dar la vuelta para poderlo hacer, y gratis, dos veces más. Es como una fenomenal atracción de feria de esas que te ponen las tripas en la sesera, que cuando te bajas piensas en lo mal que lo has pasado, y al año siguiente vas y repites.
Al salir del túnel nos encontramos con el puerto de la ciudad de Honningsvåg. Es la última ciudad importante antes de llegar a Cabo Norte.

Puerto de Honningsvåg
Es el “coladero” oficial para la llegada masiva de turistas. Las hordas turistas llegan aquí en numerosas autocaravanas, en barco y en avión. A la vuelta de una curva pudimos ver fugazmente una pista de aterrizaje de 2500 m de largo que se le había ganado al mar. Pensé que para qué “puñetas” querían un aeropuerto tan grande aquí, en este sitio tan perdido. Me faltaban unas horillas para averiguarlo.
Ya era hora de ir buscando alojamiento para la noche. No podíamos correr el riesgo de llegar tarde a la recepción de cualquier camping y encontrárnosla cerrada. Jesús me había advertido que como su saco de dormir era un poquito más endeble que el mío, la noche anterior había pasado algo de frío (en realidad el saco que yo usaba era suyo). El primer camping, y único, que encontramos estaba a punto de cerrar. La chica de recepción, muy guapa y muy nórdica, nos advirtió que no quedaban hytters libres, por lo que tendríamos que dormir en la tienda. Al momento, lo pensó mejor, y nos dijo que tenía libre una casa de 6 plazas y que como ya iba a cerrar, nos la alquilaba al precio de una para dos personas. Nos dio el precio en coronas. En un cálculo rápido de cambio al euro me pareció que era algo caro, pero pensé que un día era un DÍA. ¡No todos los días se duerme en Cabo Norte! ¡Leches!. Después de abonar la estancia, darnos las llaves e indicarnos que debíamos volver como un kilómetro hacia atrás nos fuimos a buscar nuestra casa norteña.
Supusimos que nuestra casa sería una de las cinco casas rojas que había sobre el mar junto a una preciosa casa blanca de dos plantas. Cual sería nuestra sorpresa cuando al ir probando la llave por las puertas de las casas, la puerta que se abrió fue la de la casa blanca. No nos lo podíamos creer. ¿Nos habríamos equivocado? Lo volvimos a intentar, pero aquella llave sólo abría aquella fantástica casa. ¡Yuju!. La parte trasera de la casa estaba apoyada en terreno firme y la fachada principal descansaba sobre una plataforma de tablas soportada por pilares de madera hincados en el fondo del mar. La tranquilidad era absoluta. ¡Vaya regalo íbamos a disfrutar en el destino de nuestro viaje!

Imagenes de villa Cabo Norte
Al lado teníamos unos vecinos que se estaban dedicando a la pesca del bacalao. Tenían un par de barquitos de unos 6 metros de eslora con los que no paraban de entrar y salir. En la plataforma de madera de delante de la casa nos los encontramos muy afanados limpiando los pescados que habían capturado.
Bacalaos limpios recien pescados
Descargamos a Caldera y lo curioseamos todo. Hicimos muchas fotos y empezamos a plantearnos el preparar la subida a Cabo Norte. Eran más de las ocho de la tarde. Hicimos previsión de hacer toda la visita al centro turístico antes de las 00.22 (hora que gentilmente nos habían calculado desde Córdoba y comunicado via "guasap" mis amigos Fernando J. y Rafa G.C., eminentes geodestas, como la hora del ocaso para el día 9 de Julio). Una vez terminada la visita al centro nos podríamos dedicar tranquilamente a contemplar y fotografiar el espectáculo del Sol de Medianoche.
Había algo a lo que llevaba dando vueltas todo el día: cómo plantearle a Jesús que yo deseaba llegar conduciendo al norte de Europa. Pero era justo y comprensible que él también quisiera llegar a los mandos de Caldera a la latitud 71º10’21”. Así que le dije:
-Jesús, ¿te parece que nos juguemos a cara o cruz quien llega conduciendo a Cabo Norte?
Él me contestó de inmediato:
-No papá, la moto la llevas tú hasta el final.
Me sentí lleno de orgullo de ver que Jesús, sin ningún tipo de duda, renunciaba a ese honor en favor de su padre. Él entendía y sabía que yo llevaba muchos años anhelando ese momento.
Nos montamos en Caldera conduciendo él, pero pasados no más de cuatro kilómetros le pedí que me cediera los mandos. Yo estaba impaciente, y la solitaria carretera que nos llevaba al "fin del mundo" alimentaba más esa impaciencia. Para mí fue uno de los tramos de carretera más bonitos de los que surcamos cruzando Europa.



Imágenes de la subida a Cabo Norte
La carretera ascendía por terrenos yermos. Sólo renos, neveros, lagos y el sol, siempre el sol. Después de media hora llegamos a nuestro destino: Nordkapp, Cabo Norte.
Al fin en Cabo Norte
Nos encontramos con un puesto de peaje con una valla. Para tener derecho a entrar había que pagar una espléndida entrada. Una vez abonada, aparcamos en una gran explanada donde había multitud de autobuses, autocaravanas, coches…mucho de todo. Salvando las distancias y con todos mis respetos hacia todo el mundo, aquello parecía la feria de Sevilla.  ¡Qué barbaridad! Yo pensaba que allí encontraría un sitio de especial recogimiento donde poder disfrutar con intimidad de la consecución de un sueño. ¡Y una leche! Los tours operadores no pensaban igual y Rica Hotels tampoco.
Aspecto del centro turístico de Cabo Norte
Al abonar la entrada, y no era por el dinero, tuve la sensación de que estaba pagando por algo que no se debía cobrar: acceder a un lugar que es de todos los europeos, de toda la humanidad. Aquel acantilado famoso en todo el mundo estaba siendo explotado por Rica Hotels para beneficio de sus accionistas y de sabe Dios quién más. Con la entrada te daba derecho a acceder a sus instalaciones subterráneas (según he leído ya en Córdoba, un cine, una capilla, y varias chorradas más, que nosotros renunciamos de plano a visitar) y a poder comprar los “suvenirs”. ¡Tiene “perejiles” que haya que pagar para poder comprar un puñado de recuerdos! Toda la ilusión que yo tenía por llegar a este mágico lugar me la estaba apagando el regimiento de bomberos de la T4 de Madrid-Barajas.
Reconozco que, en este universo globalizado por Internet y por unas fantásticas vías de comunicación, todo el mundo tiene derecho a disfrutar de lugares como éste. Me alegraba una enormidad por los cientos de personas mayores que podían disfrutar de este especial fin del mundo. En cada abuelo veía a mi madre y a mi tía riéndose y compartiendo lo asombroso que es el ver que el sol no se esconde al final del día. Pero la explotación económica de este fantástico lugar desvestía del halo de magia que pudiese tener. Los sentimientos eran encontrados. Yo intentaba camuflar a Jesús la desilusión que me estaba produciendo el bochornoso marketing que todo lo contamina. ¡Mierda!. Por otro lado, el acordarme de los seres queridos, de los amigos, y el pensar en la cantidad de gente que puede gozar de ésto me consolaba algo.
Me quedé con disfrutar de aquellos momentos con Jesús y olvidarme de todo lo que ocurría alrededor. El Sol de Medianoche lucía espectacular y eso que las previsiones meteorológicas que ví en el mostrador de la recepción del camping indicaban que a esa hora se iba a nublar.
De pronto, el eco de los recuerdos me trajo la frase de aquel hombre con el que hablé en Tarifa, en Cabo Sur: un parque temático en lugar de un sitio para internamiento de inmigrantes ilegales. Ocho días antes esa afirmación me había sonado extraña. Hoy cobraba sentido y lo estaba viendo reflejado exactamente tal y como él lo sugería, creo que, sin saberlo: Si hay un rentable parque temático en el norte… ¿por qué no podía haberlo en el sur y que ayudase a mitigar la sequía económica de la comarca?
¡Si yo sólo quería venir a Cabo Norte!
¿Por qué este viaje estaba teniendo tantas connotaciones de todo tipo?
Consideraciones aparte…
Llegamos allí, compramos los souvernirs y el consabido certificado de correos. Nos hicimos las fotos de rigor junto a la bola del mundo, junto al monolito conmemorativo de la visita de Oscar II en julio de 1873 y en los monumentos a la infancia. Fotos del “anochecer” del sol, con la bandera del Córdoba Club de Fútbol y con la enseña nacional. Fue un orgullo tener en un sitio lejano un recuerdo hacia nuestros lugares de origen: Córdoba y España.
...Una colección de fotos del momento...
monolito conmemorativo de la visita de Oscar II
Iznogud en el fin del mundo
La bola del mundo sobre el acantilado
Caldera en la entrada del centro "hotelístico". Luego nos enteramos que estaba prohibido...
Monumento a la infancia
El sol de medianoche el 9.7.2014
Beso paterno en el "fin del mundo"
Jesús "Cilindros", el sol y yo
Con el Córdoba a Primera y en Cabo Norte...
Dos españoles en Nordkapp
Un "selfie" para celebrarlo

Bonita imagen del sol de medianoche a nuestra llegada a villa Cabo Norte
Cuando nos hartamos, cogimos el portante y enfilamos hacia el sur. Sería la 1.30 de la mañana cuando empezamos a restar segundos a la latitud.
Llegamos a la casa y nos encontramos a los pescadores que seguían limpiando bacalaos.
¡Qué perseverancia! ¿Esas eran horas de limpiar bacalaos? Aquí, el que más y el que menos, está “un poco tocado” por eso de no tener un horario normal.
La casa la teníamos que dejar al día siguiente a las doce de la mañana. Para aprovecharla lo mejor que podíamos, quedé con Jesús en que pondríamos el despertador a las 11 para que nos diera tiempo a ducharnos, desayunar, cargar a Caldera y comenzar el retorno hacia Córdoba.
El sueño, aunque con alguna pesadilla, se había cumplido.
Ya podíamos descansar tranquilos.

6 comentarios:

  1. Querido Iznogud, un nudo tengo en la garganta y las lágrimas me asoman mientras te escribo para darte las gracias por todo; por ser como eres, por este viaje que has compartido en este blog con todos, por la dedicatoria y por los muchos momentos pasados y por los que vendrán.
    GRACIAS.

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    1. Muchas Gracias, amigo:
      Tal y como me dijiste, en algunos momentos me parecía verte por el retovisor.
      Habrá muchas serdadas por hacer y disfrutar.
      Un abrazo

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  2. Bueno Jesús, después de leer vuestra odisea, no tengo palabras que puedan expresar lo que siento, es una mezcla de ilusión y rabia por no poder haberos acompañado en esta aventura. Enhorabuena por el logro conseguido y espero que en otra de tus aventuras tenga la oportunidad de compartirla contigo. Un abrazo desde CANALS para los 2 Jesuses.
    BRAVO VALIENTES !!!

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    1. Amigos Ipsofactos:
      ¡Como eché de menos en Cabo Norte a todos y cada uno de mis amigos moteros!
      Al principio del blog decía que este es un viaje para hacerlo un máximo de tres motos. Estaba equivocado.
      Sería capaz de repetir este viaje con todos mis amigos (que sois muchos) y saldría perfecto.
      ¡Sois los mejores!

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  3. Hoy habéis conseguido emocionarme con vuestro relato al completo, pero muy especialmente con el no sorteo para elegir el piloto de la GW a la llegada a Cabo Norte. Gracias Cilindros, y que no pare esto. Ya tenemos ganas de veros en Huelva

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    1. Amigo Manuel:
      Me alegro mucho de leerte por aqui y que estés disfrutando con la lectura del blog. Subir a CN en moto es algo único para un motero. El haberlo hecho en compañía de Jesús lo ha convertido en maravilloso. Un abrazo fuerte para ti y toda tu familia.

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