A mi amigo Jose María Galán.
Bromas aparte...
Con
rotulador estaban escritos en las piedras infinidad de nombres de personas
y bonitos recuerdos hacia ellas.
Estuvimos barajando la posibilidad de darnos un chapuzón y así tener otro reto
conseguido: no todo el mundo se baña en esta latitud. Hubiera estado chulo, pero
desistimos de ello al pensar que podíamos coger un resfriado y fastidiar
el resto del viaje. Después de un buen rato de fotos y contemplación
paisajística reanudamos la marcha.
…Hoy puede ser un gran día…
Si todo va bien, hoy llegaremos a
nuestro destino: Cabo Norte.
La ilusión es muy grande.
Especial. Hoy se puede cumplir aquel sueño en blanco y negro que tuve cuando
tenía 16 años mientras hojeaba una revista MOTOCICLISMO. Hoy hace la
friolera de unos 13.000 días.
La espera ha merecido la pena
porque ese sueño lo voy a cumplir, además, con un joven que es mi hijo.
Dicen que los padres transmitimos nuestras frustraciones a los hijos.
Dicen que los padres transmitimos nuestras frustraciones a los hijos.
- ¿La afición a las motos se puede
considerar una frustración?
Creo que Cilindros esta muy
alegremente frustrado de ser motero, de estar aquí con su padre y de haber asumido este reto conmigo. Yo
estoy muy muy feliz.
¿Pero de qué se ha manchado el
techo de la tienda de campaña?
¿Qué son esos puntos negros que
hay entre la tela de la tienda y el doble techo?
¡Son los mosquitos! Nos están
asediando. Si te acercas un poco y te fijas, se parecen a Jack Nickolson cuando
se asomaba con cara de sádico a la puerta reventada a hachazos en la película “El Resplandor”.
mosquitos entre la tienda y el doble techo intentando darse el banquete |
Un día más amanece con buen
tiempo. Recogemos los trastos de la acampada y desayunamos. Cuando vamos a
salir echo de menos las gafas. No aparecen por ningún lado y no tengo otras de
repuesto. Intentando recordar, le digo a Jesús:
-Las noches que hemos dormido en
camping las he metido en el bolsillo lateral que hay dentro de la tienda, pero
al recoger la tienda yo no he notado ningún bulto. Como seguían sin aparecer no
tuve más remedio que asumir que íbamos a tener que sacar la tienda de las maletas,
desliarla y comprobar si las gafas estaban allí.
Efectivamente, allí estaban en el
bolsillo interior de la tienda. Pensé que me encontraría las gafas hechas un
“gurruño”, porque cuando recogíamos la tienda lo hacíamos a conciencia,
apretándola mucho, con el fin de que ocupase el menor espacio posible. Sin
embargo se ve que las gafas son fuertes porque estaban derechitas como una
vela. ¡Menos mal!
Jesús me dijo:
-Papá, ¡joder!, ¡que vas a perder
la cabeza!
En este viaje se están
invirtiendo los papeles: El hijo es el sesudo y el que riñe, el padre, el
despreocupado y el “vivalapepa”.
Hoy tenemos que recorrer 560 Km. Nos parecen pocos.
Sabemos que tenemos todo el día para hacerlos ya que con estar sobre las doce
de la noche en Nordkapp es suficiente. Salimos del camping y enfilamos hacia el
norte. Aún nos restan 300 Km.
dentro de Finlandia.
...cargando las pilas.. |
Como no tenemos prisa da la
sensación de que el tiempo no pasa. Y más aún cuando los tiempos los marcan los
repostajes. Cada 200 o 250 Km.,
parada, estiramientos, agüita, relevo en el manillar de Caldera y ¡a seguir! En
estas carreteras la velocidad máxima permitida es de 90 Km./h, así que los
repostajes vienen a ser cada 3 horas aproximadamente.
Desde que entramos en Alemania
todas las gasolineras tienen servicio desatendido. Los surtidores
tienen su propio lector de tarjetas de crédito y no es necesario que el usuario se
acerque a la tienda de la gasolinera. En el primer repostaje de la mañana
entramos en una gasolinera que tenía servicio TOTALMENTE desatendido, es decir,
allí no se acercaba ni Dios. El tarjetero no funcionaba, por lo que el boquerel
no soltaba ni gota de gasolina. En finés de Cañero intenté decirle al de la
tienda que aquello no funcionaba, pero me dio la impresión de que la gasolinera no era de ellos ni
tampoco de la tienda de souvenir de al lado, por lo que tuvimos que desistir de
echar gasolina en la moto. Mientras, me di cuenta que al otro lado de la
carretera había un señor con una “roulotte” del tipo de los feriantes
ofreciendo algún producto. Cuando me acerqué al puesto ya lo estaba cerrando.
Era un pescador que vendía salmón ahumado preparado por él mismo. Me dijo que
cerraba porque ya los había vendido todos menos el que me ofreció a mí. No se
lo acepté porque era muy grande y yo no sabía como había que prepararlo para
comerlo. ¡Seré garrulo! Al retirarme de allí saludé a la perra del pescador.
¡Qué simpática! Me hizo todas las fiestas del mundo. Jesús y yo tenemos que reconocer que llevamos todo el viaje echando de menos a Pancho, nuestro perro.
Cabo Norte estaba cada vez mas
cerca y nos estaba esperando. Las emociones iban y venían. No podía creer que
se fuera a cumplir el sueño de tantos años.
El paisaje empezaba a cambiar.
Los bosques eran de árboles cada vez menos altos y espesos. Pasamos junto
a multitud de lagos y por las ciudades de Ivalo e Inari. Por fin llegamos al
cruce de la carretera 75 con la 92, la que nos llevaría a Nordkapp.
Cruce hacia Cabo Norte |
Después de atravesar la frontera
con Noruega, hicimos un alto en el camino para comer a las afueras de la ciudad
de Karasjok. Nos quedaban 273
Km.
Cuando retomamos el camino, y
como teníamos tiempo de sobra, le propuse a Jesús echarnos a un lado de la
carretera y tumbarnos sobre la hierba a echar una siestecita. Entramos en un camino
paralelo a nuestra ruta. Yo ya me había bajado de Caldera, y no sé que le ocurrió a Jesús al intentar maniobrar con ella que la moto se le cayó al suelo. Intentó
aguantarla, pero los más de 460
Kg. son imposibles de detener cuando pierden la
verticalidad y el soporte de las ruedas. Cayó despacio. Enseguida nos agarramos
a ella y la levantamos sin mucho problema. Jesús me dijo después que gracias a
que yo había hecho el mayor esfuerzo la habíamos levantado ya que él apenas
había tirado. Yo le contesté lo mismo, que yo no había hecho apenas fuerzas. Creo que la
descarga de adrenalina que tuvo Jesús al ver a Caldera por el suelo fue la que
le hizo levantarla en volandas. Una vez puesta la moto en pie y comprobado que
no había sufrido ningún desperfecto, nos dimos cuenta de que allí no había
forma humana de echar una siesta: nubes de mosquitos acudieron inmediatamente, ¡otra vez, carretera y manta!
"Bocata sobre zumo en tetrabrik a la parrilla de la Goldwing" |
Y llegó el momento en que cambió
el paisaje. Al encontrarnos con el mar en el fiordo de Porsanger la tundra se apoderó de la naturaleza. Los árboles desaparecieron por completo. Las montañas se
elevaron contundentes. El cielo era de un azul intenso, y el sol desafiante
seguía allí, como un poco a la izquierda y a media altura. ¿Para qué se iba a
mover?
Inicio del fiordo de Porsanger |
Me daba la impresión de que todo era de unas
dimensiones colosales. A pesar de la escasez de vegetación me pareció un
paisaje espectacular. Según rodábamos hacia el norte con la compañía del mar
por la derecha, nos sorprendían las cascadas de agua que irrumpían por todos
lados.
Veíamos muchos neveros para la altura del verano a la que nos
encontrábamos, pero no creía que su deshielo pudiese dar origen a tanta agua
como la que podíamos ver bajando de las montañas.
Había tramos de carretera que protegidos por las montañas quedaban en la umbría. Rodar por ellos resultaba muy refrescante.
Hicimos un alto en el fondo de
una cala. Queríamos acercarnos al mar y tocarlo. Allí había otros moteros y un
matrimonio con unos niños. Era un sitio especial. El mar estaba tranquilo y chapoteaba
con las piedras de la playa. Sobre la orilla sobresalían
muchos montoncitos de piedras que la gente había ido haciendo. Al mirarlos con
más detenimiento nos dimos cuenta que eran pequeños túmulos. Las personas que
como nosotros se habían detenido allí para descansar y admirar aquel paisaje
habían dejado un recuerdo en memoria de sus seres queridos desaparecidos.
las montañas se asoman al fiordo |
cascadas por doquier |
Había tramos de carretera que protegidos por las montañas quedaban en la umbría. Rodar por ellos resultaba muy refrescante.
Rodando a la sombrita se está muy a gustito |
parada en una cala del fiordo |
túmulos junto al mar |
Junto a lo que podría llamarse un
poblado, por fin, apareció un grupo de renos en libertad. Estaban junto al mar comiendo tranquilamente.
-¿Qué comían?
-No lo sé.
Ignoro que en la playa se pueda cultivar algo o que crezca algún vegetal. A no ser que estuvieran alimentándose de las algas que el mar deposita en la orilla.
Cuando se dieron cuenta de nuestra presencia fueron a reunirse con otro grupo de renos más numeroso y alejado. Estaban mudando el pelaje y ésto les confería un aspecto más bien desaliñado y pobretón. El encuentro con los renos en libertad le daba al viaje un “puntillo” de aventura.
-¿Qué comían?
-No lo sé.
Ignoro que en la playa se pueda cultivar algo o que crezca algún vegetal. A no ser que estuvieran alimentándose de las algas que el mar deposita en la orilla.
Cuando se dieron cuenta de nuestra presencia fueron a reunirse con otro grupo de renos más numeroso y alejado. Estaban mudando el pelaje y ésto les confería un aspecto más bien desaliñado y pobretón. El encuentro con los renos en libertad le daba al viaje un “puntillo” de aventura.
Renos en la playa |
Llegó por fin el momento de
cruzar el famoso túnel de Cabo Norte. Es una obra colosal que permite
comunicar el continente con la isla donde se encuentra Nordkapp. Hasta el año
2012 había que pagar peaje para poderlo usar. Es un túnel de unos 6.900 mts y 212 metros bajo el nivel
del mar. Atravesarlo en moto “acojona” un poco. Después de pasar una primera
curva, el túnel empieza a descender con una pendiente, no sé si del 10 o 12%.
Por las paredes del túnel se filtra mucha agua, lo que hace que el firme esté
completamente mojado. Cada cierto espacio hay una instalación de potentes
extractores que sirven para renovar el aire. Hacen tanto ruido que parece que
una estampida de camiones va a pasar sobre ti.
…Y desciendes,
… y piensas que estás en una
caverna por debajo del mar…
¡Coño! que no le de a ésto por hundirse que nos quedamos aquí enterrados...
No sabes si parar o saltarte el límite de velocidad de 60 para salir de allí lo antes posible. Es realmente impresionante. Cuando el túnel llega a la cota más profunda avanza unos cientos de metros en horizontal para después comenzar una subida con una pendiente similar a la de bajada que te lleva por fin al nivel de los mortales que están en vida. Una vez en el espacio exterior respiramos, al menos yo, profundamente aliviados. Y en verdad, lo que tenía ganas es de dar la vuelta para poderlo hacer, y gratis, dos veces más. Es como una fenomenal atracción de feria de esas que te ponen las tripas en la sesera, que cuando te bajas piensas en lo mal que lo has pasado, y al año siguiente vas y repites.
¡Coño! que no le de a ésto por hundirse que nos quedamos aquí enterrados...
No sabes si parar o saltarte el límite de velocidad de 60 para salir de allí lo antes posible. Es realmente impresionante. Cuando el túnel llega a la cota más profunda avanza unos cientos de metros en horizontal para después comenzar una subida con una pendiente similar a la de bajada que te lleva por fin al nivel de los mortales que están en vida. Una vez en el espacio exterior respiramos, al menos yo, profundamente aliviados. Y en verdad, lo que tenía ganas es de dar la vuelta para poderlo hacer, y gratis, dos veces más. Es como una fenomenal atracción de feria de esas que te ponen las tripas en la sesera, que cuando te bajas piensas en lo mal que lo has pasado, y al año siguiente vas y repites.
Al salir del túnel nos
encontramos con el puerto de la ciudad de Honningsvåg. Es la última ciudad
importante antes de llegar a Cabo Norte.
Es el “coladero” oficial para la
llegada masiva de turistas. Las hordas turistas llegan aquí en numerosas
autocaravanas, en barco y en avión. A la vuelta de una curva pudimos ver
fugazmente una pista de aterrizaje de 2500 m de largo que se le había ganado al mar.
Pensé que para qué “puñetas” querían un aeropuerto tan grande aquí, en este
sitio tan perdido. Me faltaban unas horillas para averiguarlo.
Puerto de Honningsvåg |
Ya era hora de ir buscando
alojamiento para la noche. No podíamos correr el riesgo de llegar tarde a la
recepción de cualquier camping y encontrárnosla cerrada. Jesús me había
advertido que como su saco de dormir era un poquito más endeble que el mío, la
noche anterior había pasado algo de frío (en realidad el saco que yo usaba era suyo). El primer camping, y único, que encontramos estaba a punto de cerrar.
La chica de recepción, muy guapa y muy nórdica, nos advirtió que no quedaban
hytters libres, por lo que tendríamos que dormir en la tienda. Al momento, lo
pensó mejor, y nos dijo que tenía libre una casa de 6 plazas y que como ya iba
a cerrar, nos la alquilaba al precio de una para dos personas. Nos dio el
precio en coronas. En un cálculo rápido de cambio al euro me pareció que era
algo caro, pero pensé que un día era un DÍA. ¡No todos los días se duerme en
Cabo Norte! ¡Leches!. Después de abonar la estancia, darnos las llaves e
indicarnos que debíamos volver como un kilómetro hacia atrás nos fuimos a
buscar nuestra casa norteña.
Supusimos que nuestra casa sería
una de las cinco casas rojas que había sobre el mar junto a una preciosa casa
blanca de dos plantas. Cual sería nuestra sorpresa cuando al ir probando la
llave por las puertas de las casas, la puerta que se abrió fue la de la casa
blanca. No nos lo podíamos creer. ¿Nos habríamos equivocado? Lo volvimos a
intentar, pero aquella llave sólo abría aquella fantástica casa. ¡Yuju!. La
parte trasera de la casa estaba apoyada en terreno firme y la fachada principal
descansaba sobre una plataforma de tablas soportada por pilares de madera
hincados en el fondo del mar. La tranquilidad era absoluta. ¡Vaya regalo íbamos a
disfrutar en el destino de nuestro viaje!
Al lado teníamos unos vecinos que
se estaban dedicando a la pesca del bacalao. Tenían un par de barquitos de unos
6 metros
de eslora con los que no paraban de entrar y salir. En la plataforma de madera
de delante de la casa nos los encontramos muy afanados limpiando los pescados
que habían capturado.
Descargamos a Caldera y lo curioseamos todo. Hicimos muchas fotos y empezamos a plantearnos el preparar la
subida a Cabo Norte. Eran más de las ocho de la tarde. Hicimos previsión de
hacer toda la visita al centro turístico antes de las 00.22 (hora que
gentilmente nos habían calculado desde Córdoba y comunicado via "guasap" mis amigos Fernando J. y Rafa G.C., eminentes geodestas, como la hora del ocaso para el día 9 de
Julio). Una vez terminada la visita al centro nos podríamos dedicar tranquilamente a contemplar y
fotografiar el espectáculo del Sol de Medianoche.
Imagenes de villa Cabo Norte |
Bacalaos limpios recien pescados |
Había algo a lo que llevaba dando
vueltas todo el día: cómo plantearle a Jesús que yo deseaba llegar conduciendo
al norte de Europa. Pero era justo y comprensible que él también quisiera
llegar a los mandos de Caldera a la latitud 71º10’21”.
Así que le dije:
-Jesús, ¿te parece que nos
juguemos a cara o cruz quien llega conduciendo a Cabo Norte?
Él me contestó de inmediato:
-No papá, la moto la llevas tú
hasta el final.
Me sentí lleno de orgullo de ver
que Jesús, sin ningún tipo de duda, renunciaba a ese honor en favor de su padre.
Él entendía y sabía que yo llevaba muchos años anhelando ese momento.
Nos montamos en Caldera
conduciendo él, pero pasados no más de cuatro kilómetros le pedí que me cediera
los mandos. Yo estaba impaciente, y la solitaria carretera que nos llevaba al "fin del mundo" alimentaba más esa impaciencia. Para mí fue uno de los tramos de carretera más bonitos de los que surcamos cruzando Europa.
La carretera ascendía por terrenos yermos. Sólo renos, neveros,
lagos y el sol, siempre el sol. Después de media hora llegamos a nuestro
destino: Nordkapp, Cabo Norte.
Nos encontramos con un puesto de
peaje con una valla. Para tener derecho a entrar había que pagar una espléndida
entrada. Una vez abonada, aparcamos en una gran explanada donde había multitud
de autobuses, autocaravanas, coches…mucho de todo. Salvando las distancias y
con todos mis respetos hacia todo el mundo, aquello parecía la feria de
Sevilla. ¡Qué barbaridad! Yo pensaba que
allí encontraría un sitio de especial recogimiento donde poder disfrutar con
intimidad de la consecución de un sueño. ¡Y una leche! Los tours operadores no
pensaban igual y Rica Hotels tampoco.
Imágenes de la subida a Cabo Norte |
Al fin en Cabo Norte |
Aspecto del centro turístico de Cabo Norte |
Al abonar la entrada, y no era
por el dinero, tuve la sensación de que estaba pagando por algo que no se debía
cobrar: acceder a un lugar que es de todos los europeos, de toda la humanidad.
Aquel acantilado famoso en todo el mundo estaba siendo explotado por Rica
Hotels para beneficio de sus accionistas y de sabe Dios quién más. Con la
entrada te daba derecho a acceder a sus instalaciones subterráneas (según he leído
ya en Córdoba, un cine, una capilla, y varias chorradas más, que nosotros
renunciamos de plano a visitar) y a poder comprar los “suvenirs”. ¡Tiene
“perejiles” que haya que pagar para poder comprar un puñado de recuerdos! Toda
la ilusión que yo tenía por llegar a este mágico lugar me la estaba apagando el
regimiento de bomberos de la T4
de Madrid-Barajas.
Reconozco que, en este universo
globalizado por Internet y por unas fantásticas vías de comunicación, todo el mundo
tiene derecho a disfrutar de lugares como éste. Me alegraba una enormidad por
los cientos de personas mayores que podían disfrutar de este especial fin del
mundo. En cada abuelo veía a mi madre y a mi tía riéndose y compartiendo lo
asombroso que es el ver que el sol no se esconde al final del día. Pero la
explotación económica de este fantástico lugar desvestía del halo de magia
que pudiese tener. Los sentimientos eran encontrados. Yo intentaba camuflar a
Jesús la desilusión que me estaba produciendo el bochornoso marketing que todo
lo contamina. ¡Mierda!. Por otro lado, el acordarme de los seres queridos, de
los amigos, y el pensar en la cantidad de gente que puede gozar de ésto me
consolaba algo.
Me quedé con disfrutar de
aquellos momentos con Jesús y olvidarme de todo lo que ocurría alrededor. El
Sol de Medianoche lucía espectacular y eso que las
previsiones meteorológicas que ví en el mostrador de la recepción del camping indicaban que a esa hora se iba a nublar.
De pronto, el eco de los
recuerdos me trajo la frase de aquel hombre con el que hablé en Tarifa, en Cabo
Sur: un parque temático en lugar de un sitio para internamiento de inmigrantes
ilegales. Ocho días antes esa afirmación me había sonado extraña. Hoy cobraba
sentido y lo estaba viendo reflejado exactamente tal y como él lo sugería, creo que, sin saberlo: Si
hay un rentable parque temático en el norte… ¿por qué no podía haberlo en el
sur y que ayudase a mitigar la sequía económica de la comarca?
¡Si yo sólo quería venir a Cabo
Norte!
¿Por qué este viaje estaba
teniendo tantas connotaciones de todo tipo?
Consideraciones aparte…
Llegamos allí, compramos los
souvernirs y el consabido certificado de correos. Nos hicimos las fotos de
rigor junto a la bola del mundo, junto al monolito conmemorativo de la visita
de Oscar II en julio de 1873 y en los monumentos a la infancia. Fotos del
“anochecer” del sol, con la bandera del Córdoba Club de Fútbol y con la enseña
nacional. Fue un orgullo tener en un sitio lejano un recuerdo hacia nuestros lugares de origen: Córdoba y España.
...Una colección de fotos del momento...
Cuando nos
hartamos, cogimos el portante y enfilamos hacia el sur. Sería la 1.30 de la
mañana cuando empezamos a restar segundos a la latitud.
...Una colección de fotos del momento...
monolito conmemorativo de la visita de Oscar II |
Iznogud en el fin del mundo |
La bola del mundo sobre el acantilado |
Caldera en la entrada del centro "hotelístico". Luego nos enteramos que estaba prohibido... |
Monumento a la infancia |
El sol de medianoche el 9.7.2014 |
Beso paterno en el "fin del mundo" |
Jesús "Cilindros", el sol y yo |
Con el Córdoba a Primera y en Cabo Norte... |
Dos españoles en Nordkapp |
Un "selfie" para celebrarlo |
Bonita imagen del sol de medianoche a nuestra llegada a villa Cabo Norte |
Llegamos a la casa y nos
encontramos a los pescadores que seguían limpiando bacalaos.
¡Qué perseverancia! ¿Esas eran
horas de limpiar bacalaos? Aquí, el que más y el que menos, está “un poco tocado” por
eso de no tener un horario normal.
La casa la teníamos que dejar al
día siguiente a las doce de la mañana. Para aprovecharla lo mejor que podíamos,
quedé con Jesús en que pondríamos el despertador a las 11 para que nos diera tiempo a ducharnos, desayunar, cargar a Caldera y comenzar el retorno hacia
Córdoba.
El sueño, aunque con alguna
pesadilla, se había cumplido.
Ya podíamos descansar tranquilos.
Querido Iznogud, un nudo tengo en la garganta y las lágrimas me asoman mientras te escribo para darte las gracias por todo; por ser como eres, por este viaje que has compartido en este blog con todos, por la dedicatoria y por los muchos momentos pasados y por los que vendrán.
ResponderEliminarGRACIAS.
Muchas Gracias, amigo:
EliminarTal y como me dijiste, en algunos momentos me parecía verte por el retovisor.
Habrá muchas serdadas por hacer y disfrutar.
Un abrazo
Bueno Jesús, después de leer vuestra odisea, no tengo palabras que puedan expresar lo que siento, es una mezcla de ilusión y rabia por no poder haberos acompañado en esta aventura. Enhorabuena por el logro conseguido y espero que en otra de tus aventuras tenga la oportunidad de compartirla contigo. Un abrazo desde CANALS para los 2 Jesuses.
ResponderEliminarBRAVO VALIENTES !!!
Amigos Ipsofactos:
Eliminar¡Como eché de menos en Cabo Norte a todos y cada uno de mis amigos moteros!
Al principio del blog decía que este es un viaje para hacerlo un máximo de tres motos. Estaba equivocado.
Sería capaz de repetir este viaje con todos mis amigos (que sois muchos) y saldría perfecto.
¡Sois los mejores!
Hoy habéis conseguido emocionarme con vuestro relato al completo, pero muy especialmente con el no sorteo para elegir el piloto de la GW a la llegada a Cabo Norte. Gracias Cilindros, y que no pare esto. Ya tenemos ganas de veros en Huelva
ResponderEliminarAmigo Manuel:
EliminarMe alegro mucho de leerte por aqui y que estés disfrutando con la lectura del blog. Subir a CN en moto es algo único para un motero. El haberlo hecho en compañía de Jesús lo ha convertido en maravilloso. Un abrazo fuerte para ti y toda tu familia.